Confiando en los Niños

Colin E. Johnson

 

“Hay que esforzarse más para ver el poder de los niños que se esconde en plena vista.”

-Erika Christakis, La Importancia de Ser Pequeño

Definir la infancia, como un concepto puede ser una tarea difícil: hay un mundo de diferentes características, descripciones teóricas y diferencias individuales que hacen la comprensión de los niños un esfuerzo sin fin. Cada vez que usted cree que ha capturado la esencia de lo que los define, una nueva pieza de información que puede mejorar su comprensión llega a la superficie. Yo doy clases pre-escolares y enseño a adultos sobre niños en edad pre-escolar, y aún así continuo a descubrir nuevas cosas sobre los niños como individuales y dentro de un ambiente en grupo. Afortunadamente, he encontrado algunos denominadores en común que se encuentran entre las buenas teorías y las mejores prácticas:

  • Los niños son excelentes exploradores.
  • Los niños son grandes aprendices.
  • Los niños necesitan confianza.

Enfoquémonos en “la confianza” fpor ahora; y cuando me refiero a “la confianza” quiero decir “la confianza” mutua, incluso en un sentido dinámico. Los seres humanos son una especie social y es la confianza que guía el desarrollo de los niños desde las primeras etapas de sus vidas. Una gran cantidad de trabajo ha demostrado que los niños necesitan confiar que sus cuidadores los mantendrán a salvo, les darán de comer y les ofrecerán cariño cuando estén enfermos o tristes (Erickson, 1966). Es la confianza en una relación que crea la base de un apego saludable; esto permite que los niños se sientan seguros y los faculta a explorar y aprender (Bowlby, 1980; Ainsworth, 1964).

Sin embargo, es igual de importante que adultos confíen en los niños. Académicos han escogido varios términos para ilustrar sus propias perspectivas positivas de los niños. Por ejemplo, en su libro reciente, La Importancia de Ser Pequeño, Erika Christakis afirma que los niños son, sobre todo, poderosos (Christakis, 2016). En El Bebé Filosófico: Lo Que las Mentes de los Niños nos Dicen Sobre la Realidad, el Amor & el Significado de la Vida. Académica y escritora, Alison Gopnik selecciona investigaciones psicológicas para delinear como los niños son naturalmente pensativos (Gopnik, 2009). Investigaciones vigorosas por David Whitebread y sus colegas han demostrado que, durante su juego libre, los niños son auto-dirigidos, orientados a los objetivos y reflexivos (Whitebread et al., 2009; Whitebread et. al., 2010). Doy clases en la escuela laboratorio para el Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford, y los profesores mantienen en vista el principio que los niños son competentes cuando se acercan a cada interacción con un niño, conversación con un padre y el desarrollo de cada parte del currículo (Robinette & Hartman, 2011). Todos estos descriptores son quizás sorprendentes en una cultura que frecuentemente percibe que los niños requieren ayuda, inteligencia o dirección. Para mí, todo esto se une para demonstrar que los niños son personas de confianza. Los niños son confiables porque, cuando dados la oportunidad, muestran una notable aptitud que podemos percibir como madurez “más allá de sus años”, pero, en realidad, estos son comportamientos comunes para todos los niños.

Esta confianza no nos llega automáticamente. Se podría preguntar, “¿Cómo puedo, un adulto responsable, confiar en estos seres que aún no pueden caminar, encontrar las palabras adecuadas o incluso amararse sus propios zapatos?” Pero durante mi trayectoria como educador y en mi trabajo con padres y colegas he encontrado que esta confianza se puede desarrollar—que se desarrolla—con tal que nuestros ojos se mantengan abiertos a las increíbles habilidades que los niños poseen. En verdad, hay muchas cosas que los niños hacen mejor que los adultos. Desde el inicio de sus vidas, ellos son aprendices fenomenales. Los cerebros de los niños observan el mundo al su alrededor, recoge “data” a través de todos sus sentidos y forman teorías sobre como funcionan las cosas (Gopnik, Meltzoff, and Kuhl, 1999). La naturaleza le ha dado a los humanos una etapa juvenil extendida—alrededor de 12 años—para hacerlos mejores aprendices. Con este impulso natural para desarrollar conocimiento, los niños son intencionales en sus acciones, siempre directamente o indirectamente trabajando hacia el objetivo de comprender o sentirse cómodo en el mundo que les rodea.

Más allá de este ámbito cognitivo, los niños toman decisiones éticas, muestran empatía, exhiben un comportamiento concretamente creativo (Gopnik, 2009). Una imagen del salón de clase permanece conmigo desde hace varios años: una niña se encontraba bastante triste después de despedirse de su madre, su cara cubierta en lágrimas mientras que intentaba consolarla; fue entonces que su amiga se aproximó, con teléfono de juguete en mano. “Esta bien”, dijo ella con ternura. “Enviémosle un mensaje de texto a tu mamá”. Sus pulgares presionando al alzar contra el juguete, la ayudante fingió escribir un mensaje, ofreciendo una conexión que—aunque sólo a través de la imaginación—consoló a su amiga y la invito a jugar al mismo tiempo. En general, los niños muestran este tipo de moralidad hasta ser enseñados otra cosa a través de la formación o condiciones difíciles en la vida (Bandura, 1999).

La confianza de los niños también es evidente en la forma en que demuestran capacidad cognitiva y notables habilidades para resolver problemas. Una vez, observe a un niño de dos años trabajar para vaciar hasta la última virutas de madera de un balde. A primera vista, la acción es simple; pero aún así este chico atentamente observo mientras inclinaba el balde de lado y las virutaa de madera caían al suelo. No estaba satisfecho, así que alcanzo su mano dentro del balde y saco las virutas de madera con sus manos. Sin embargo, algunas virutas se atascaron en las esquinas del balde, y el niño intento una nueva estrategia. Vertió el balde, golpeó la parte inferior un par de veces y lo volvió a inclinar hacia arriba con cautela para confirmar que las virutas habían caído. De hecho, el balde estaba vació, y rápidamente el muchacho se traslado a otro juego.

No intento hacerme de todo una montaña, en efecto la pila de virutas de madera era la parte menos impresionante de la tarea. Lo más notable es el proceso que utilizo el muchacho para sobrepasar una tarea aparentemente mundana, que en realidad requiere mucho pensamiento y energía para completar.

  • Estableció un objetivo por sí mismo > sacar las virutas de madera
  • Concibió una solución > verter el balde
  • Evaluó los resultados > volver a fijarse en el balde
  • Creó una multitud de estrategias > tirando de las virutas, > vertiendo, > golpeando el balde, y finalmente, > determinó que había terminado.

¡En una escala del tamaño del niño, esto refleja el proceso científico que apreciamos en las grandes mentes!
Los adultos pueden promover su propia confianza en las niños tomando el tiempo para escuchar, observar y entender sus palabras y sus acciones. A veces, incluso los comportamientos problemáticos pueden tener sus raíces en objetivos válidos o soluciones innovadoras. Recuerdo a un muchacho joven en mi clase, que jugaba con una torre alta de MagnaTiles® (formas planas, de plástico con imanes insertados en los bordes para ayudar unirlos). El niño construyó una torre alta de cubos, luego la sujetó con ambas manos. Agarro un animal de plástico y empezó a golpear un lado de la torre. “¿Qué es lo que hace?”, me pregunté. Y seguí observando. Con el animal, destruyó la torre y luego la volvió a construir. Repitió el proceso utilizando ambas manos, con una tensión en su rostro mientras que intentaba separar los bloques en vano. Entonces volvió a coger el animal de plástico y golpeó el lado de la torre, eficazmente separando los bloques; luchando contra la fuerza magnética destinada a hacer más fácil la construcción. El animal de plástico, y el acto destructivo de utilizarlo contra los bloques, fue simplemente la manera más eficaz que él encontró de destruir su trabajo para poder repetirlo. Él estaba practicando. Y cuando los imanes intervinieron, encontró una herramienta para resolver su problema.

Yo presento estos cuentos para mostrar que los niños son generosos, capaces e individuos pensativos. Esta visión de los niños y la niñez apoya una relación fuerte que facilita el aprendizaje en todas las áreas de desarrollo, una relación que empieza con adultos haciendo una suposición simple: los niños son competentes. A medida que entendemos que el juego de los niños es una manera de reforzar su aprendizaje y demostrar sus puntos fuertes, empezamos a ver el desarrollo de su poder, inteligencia, bondad, intencionalidad, habilidad, motivación, auto-control, independencia, innovación y empatía. Nosotros vemos su confianza.

Referencias

Colin E. Johnson, Máster en humanidades
Gerente de Programas para Padres y Educadores
Director de la Escuela, Bing Nursery School
Stanford University

SUNKISSED FAMILIES PUNTOS CLAVES:


  • 1. Los niños prosperan en relaciones de confianza recíproca.
  • 2. Los niños pueden ser confiados en cuanto a su bondad, empatía y deseo por conexiones sociales.
  • 3. Los niños pueden ser confiados en cuanto a su contemplación, intencionalidad y aptitud en el juego.
  • 4. El juego de los niños es una demonstración poderosa de sus cualidades confiables.


Únase a nuestra lista electrónica! Reciba nuestros consejos directamente en su buzón de correo y empiece a aprender sobre la vida de su hijo/a en etapas.

* se requiere indicación
Show Buttons
Hide Buttons